Las costumbres del riesgo
- Ing. Alejandro Maldonado
- 31 ago 2016
- 4 Min. de lectura
Se le atribuye a Albert Einstein, Benjamín Franklin o a Mark Twain haber dicho que la locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente. Talvez nunca sepamos quién es el verdadero autor de este dicho pero no podemos cuestionar su validez. La realidad es que las costumbres y la cultura son elementos intrínsecos al ser humano.
Podríamos definir una costumbre como una ley, derecho o forma acostumbrada que, aunque no está escrita, se practica por la mayoría desde hace mucho tiempo1. Generalmente se asocia con personas del mismo país, cultura, religión o época. La cultura se puede definir en forma similar a las costumbres aunque por lo general la cultura se asocia con ideas y las costumbres con prácticas2. Lo que hace interesante a las costumbres y las culturas es que son específicas a cierto grupo de personas, pueden evolucionar y en algunos casos pueden ser diametralmente opuestas. Por ejemplo, saludar con un beso en algunos países es lo más natural y normal del mundo mientras que en otros lugares puede verse como una ofensa o un abuso.
El hecho es que mucho de lo que hacemos cotidianamente está más relacionado con nuestras costumbres y cultura que con la lógica y la razón. Efectivamente, muchas veces nuestras costumbres no solo son ilógicas, muchas veces pueden resultar peligrosas y hasta ilegales. Si bien en Guatemala tenemos muchas lindas y buenas costumbres, también tenemos muchos malos hábitos que se han convertido en costumbre.
El problema con estas malas costumbres es que nos encierran en un círculo vicioso de malas prácticas con trágicas consecuencias. Lo más grave de esto es que no aprendemos de nuestros errores y seguimos actuando de la misma forma esperando que por arte de magia las cosas mejoren y obtengamos resultados positivos. Bien dice el refrán, el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

El terremoto de 1976 cobró la vida de más de 23,000 personas. El principal culpable de esta tragedia fue la mampostería no reforzada. Sin embargo, por increíble que parezca, 40 años después se sigue construyendo con adobe y se siguen permitiendo (o por lo menos tolerando) estos sistemas constructivos. Es más, la mayoría de municipalidades no tienen ni exigen el cumplimiento de ningún tipo de normativa estructural.
El impacto y efecto positivo de códigos y normas de construcción está más que demostrado y comprobado. Basta comparar los terremotos de Haití y de Chile del 2,010.

En términos de energía liberada el terremoto de Chile fue 500 veces más potente que el terremoto de Haití. Sin embargo, en Haití hubo 600 veces más fallecidos que en Chile. Hay muchos factores que se deben considerar y una comparación directa no es fácil. Lo que si podemos afirmar es que en Chile existe y estaba en vigencia un riguroso código de construcción mientras que en Haití no habían códigos, normas o reglamentos de construcción en vigencia.
Analizando un poco más detenidamente el caso de Haití, los expertos coinciden que las principales razones para la destrucción tan severa incluyen:
-Ausencia de códigos y normas de construcción
-Déficit de empresas constructoras certificadas
-Falta de mano de obra capacitada
-Malas técnicas y prácticas de construcción
-Mala calidad de materiales de construcción
-Falta de supervisión por parte de las autoridades
-Factores de ordenamiento territorial (densidad poblacional y urbanización)
-Corrupción
Desafortunadamente los factores y prácticas responsables de la tragedia en Haití se habían convertido en costumbre y por consiguiente se consideraban “normales” y “aceptables”, especialmente en los sectores más pobres de la población.

El caso de Guatemala es muy similar al de Haití. Las mismas malas costumbres que ocasionaron la tragedia allá las tenemos aquí. Se pueden contar con los dedos de las manos las municipalidades que tienen un plan de ordenamiento territorial y que exigen el cumplimiento de alguna norma o código de construcción. Aún es común que en la distribuidora de materiales de construcción le pregunten al cliente “¿Va a querer hierro legítimo o comercial?”. Seguimos la tradición de ascender ayudantes a la categoría de albañil en base al tiempo de trabajo sin importar el tipo o grado de capacitación formal que han recibido. Muchas personas prefieren contratar a un maestro de obras que a un ingeniero o un arquitecto para “ahorrarse dinero”. Sigue siendo más importante el precio que la calidad. Pero las costumbres son difíciles de dejar. El resultado es que a pesar del terremoto del 76, los terremotos de Haití, Chile, Japón, Italia y muchos otros nos limitamos a decir “que pena” y continuamos haciendo exactamente lo mismo que antes. Eso sí, esperando que esta vez las cosas van a cambiar por arte de magia y la nueva construcción va a resistir mejor las fuerzas de la naturaleza. Seguramente en el futuro tropezaremos con la misma piedra.
El reto que debemos asumir es reconocer que las cosas no van a cambiar por si solas, que si seguimos haciendo lo mismo, obtendremos los mismos resultados. Es hora que cambiemos nuestras costumbres y nuestra cultura. Es hora que tengamos el valor de cambiar y exigir que Guatemala cambie. Es hora de cumplir y exigir que se cumplan las Normas ya vigentes en Guatemala.
Ing. Alejandro Maldonado Lutomirsky
DR3 Consulting
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E. B. Taylor definió la cultura como “La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es ese todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad




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